26/5/09

VENDEDORES DE HELADOS Y VENDEDORES DE MOTOS


Siempre es estimulante que las ciencias exactas le den la razón a uno, y hay al menos dos situaciones características de la peculiar situación política que vivimos que la Teoría de Juegos explica a favor de la postura de la izquierda. En la famosa parábola de los vendedores de helados, esta teoría es capaz de predecir en qué lugar de la playa se colocarán dos vendedores para tratar de robarle el máximo de clientes a su contrincante respectivo: exactamente espalda contra espalda en el centro de la playa. Sustituyan la playa por la campaña electoral en que nos encontramos, a los heladeros por Mayor Oreja y López Aguilar, y el supuesto centro por la deriva derechista que sus partidos llevan tanto tiempo experimentando, y ahí tienen el modelo matemático que mejor describe el debate de ayer.

La segunda situación es el infinito tole-tole sobre la flexibilización de la legislación laboral, que parte del error de base de considerar como dos grupos diferentes de personas a los trabajadores y a los consumidores. En efecto, una empresa que decida recortar al máximo los salarios, imponer turnos abusivos y aumentar hasta el límite la carga de trabajo de su plantilla (por no hablar de las deslocalizaciones) puede verse beneficiada momentáneamente de un ligero aumento de su competitividad con respecto a otras empresas con más escrúpulos, pero ¿qué ocurre si la medida se pone de moda? ¿Cuando la precariedad se convierte en la norma y el nivel adquisitivo y el tiempo de ocio de toda la clase trabajadora del país se desploman? ¿Acaso en este supuesto no se ven perjudicadas también las empresas que echaron a rodar la bola de nieve? ¿Y no son los mismos Estados los responsables de poner freno a esta espiral destructiva, en lugar de promoverla agitando el fantasma de la competitividad?

La teoría de juegos es perfectamente capaz de recoger en un modelo esta situación y dictaminar que la solución actualmente en práctica es la peor de las posibles. Tal vez la solución contraria (la de aumentar el nivel de vida de la clase trabajadora para hacer así aumentar la demanda) tenga miles de inconvenientes y no sea precisamente la más saludable en términos de sostenibilidad, pero ése es el espíritu de Bretton - Woods y también el acta fundacional de las socialdemocracias europeas, con la gloria pasada del milagro económico de la posguerra y el enriquecimiento de las clases medias. Todo esto es historia, como sabemos. En Reino Unido, Gordon Brown está a punto de hundir el barco del New Labour y no se prevén supervivientes. En España, Zapatero pide optimismo y fe a más de cuatro millones de parados sin más plan para crear empleo que subvencionar con quinientos euros la compra de coches. Tradicionalmente, los socialdemócratas siempre han sido posibilistas. Desde un tiempo a esta parte se están viendo obligados a elegir entre un adjetivo u otro.

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