En estos tiempos de crisis, en Europa, hemos visto a gobiernos recomendando a los ejecutivos del sector financiero renunciar a sus símbolos de estatus por seguridad personal. Hemos visto apedrear las residencias privadas de directores de bancos quebrados, y a dirigentes de entidades bancarias en problemas pedir públicamente perdón a la hora de solicitar recursos públicos para equilibrar sus cuentas. Hemos visto también a gobiernos apresurándose a poner en marcha medidas para limitar la remuneración de los altos ejecutivos. Todo esto no anuncia ningún socialismo del siglo XXI, ni tan siquiera es un síntoma de la tan cacareada como eludida refundación del capitalismo: son solo gestos. Aún así, a veces uno puede agradecer gestos así, sobre todo en esta esquina de Europa donde la gente (de) bien lo que hace ante la crisis es hablar de reformas del mercado laboral. Para entendernos: abaratar el despido, congelar el salario mínimo, aumentar el máximo de horas semanales, promover la precariedad y cuestionar los sistemas de pensiones y de subvenciones al desempleo.
De todo esto habla no solo el último libro de Aznar: España puede salir de la crisis, sino también el gobernador del Banco de España, el presidente de Funcas (fundación de las cajas de ahorros que da voz entre otras a la CCM, entidad con problemas de ludopatía que se ha llevado 9.000 millones de euros en recursos públicos) o Esperanza Aguirre. Aunque la línea oficial del PSOE consiste en el mantra esta crisis no la van a pagar los trabajadores, la ocasión la pintaban calva para colar un globo sonda: una propuesta firmada por un equipo formado por los mejores especialistas y que consiste en un poco de todo, pero con colorines que somos socialdemócratas. La mejor respuesta con diferencia a esa manía que le ha dado a todo el mundo por hablar de reforma laboral para remontar una crisis que han provocado los sectores financiero e inmobiliario es la de Albert Recio, profesor de economía aplicada de la UAB, lectura que os recomendamos encarecidamente.
14/5/09
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